La Fontañera

el principio, el fin

En los tiempos que vivimos, donde la prisa, el estrés, la desinquietud y las situaciones límites aparecen cada día en nuestras vidas, encontrar un lugar como La Fontañera resulta iniciático. En el final de la carretera que cruza la campiña de Valencia de Alcántara hasta la frontera portuguesa, a pocos kilómetros del omnipresente Marvao que domina todo desde su privilegiada atalaya medieval, La Fontañera es una pequeña pedanía donde las casas abrazan la estrecha carretera que muere donde nace el país hermano. Donde el principio y el fin son una misma cosa. Con muy pocos habitantes, que en invierno se pueden contar con los dedos de una sola mano, con una historia apasionante y mimetizada con una naturaleza absolutamente esplendorosa. Un lugar que enamora desde la crudeza de lo auténtico.

sentir

En la ladera de un monte que cambia de color en cada época del año, del amarillo intensísimo tapizado por las escobas en flor durante la primavera, al verde desafiante de los días de invierno cuando la lluvia con sabor atlántico azota los colosales pedruscos, o los tonos ocres y pardos en épocas del estío cuando el Sol castiga sin misericordia la vegetación como si fuese una plaga bíblica.

Cada estación tiene sus colores definidos, su luz y sus olores característicos.

Mirar al cielo y ver las nubes pasar lentamente relaja el espíritu y permite atisbar otra forma de vida alejada de la monotonía. O mejor aún, muy cercana a la monótona paz vital. Solo es cuestión de aprender a mirar, sentir, vivir doblando lo cotidiano.

Por las noches, echarse en las tumbonas o en la hierba recién regada y buscar en las alturas el infinito teñido de estrellas se convierte en una experiencia única en La Fontañera. Disfrutar de los largos momentos de sosiego, de los pequeños detalles inolvidables. Sentir con todos los sentidos, y descubrir que otra vida es posible si se cuenta con las fuerzas para cambiar y descubrir lugares como este.

banderas cruzadas

El futbol, diabólico invento de esos flemáticos británicos, consigue que las fronteras desaparezcan. Cuando el azar provoca que las huestes de Cristiano Ronaldo se enfrenten en competiciones internacionales con la selección española, las ventanas y tejados de este minúsculo rincón olvidado por casi todos se pueblan de banderas lusas mayoritariamente. Muy pocas rojigualdas se ven. “¿Estamos en España o Portugal?” preguntará el viajero despistado. La Fontañera es pura Raya, donde las fronteras las marcan sus habitantes, sin importar lo que digan los mapas o los acuerdos internacionales.

sobrevivir

En las tardes de verano, la música de los acordeones se convierte en una máquina del tiempo donde los más ancianos rememoran otras épocas llenas de penurias y necesidades. Años de postguerra, años de enfrentamientos soterrados donde lo único que importaba era llevar comida a las humildes moradas. Las mujeres en casa, con los crios y las tareas del hogar. Los hombres repartidos por los bares que poblaban la pedanía. Jugaban a las cartas durante las horas de la siesta, durante la tarde, hasta que el día comenzaba a morir. Entonces, unos se convertían en contrabandistas de café o lo que se terciara, y otros vecinos se transformaban en miembros de la Benemérita que salían a hacer la ronda con sus fusiles al hombro. Al caer la noche, cada uno hacia su trabajo escondidos en la oscuridad total en las noches de Luna nueva. Como en el extraño caso de Jekyll y Mr. Hyde, los unos y los otros trastocaban sus personajes para ser los buenos o los malos dependiendo del trabajo que la vida les hubiese dado. Odios, miedos, rencillas y vicisitudes perversas entrelazaban las relaciones humanas. Pura supervivencia, hasta que con el amanecer cada uno volvía a su casa para empezar un nuevo día.

senderos y rutas

En aquellos tiempo de contrabando, las múltiples sendas que creaban los contrabandistas diariamente arañando con sus humildes botas la naturaleza y los montes aledaños, hoy en día se han convertido en uno de los atractivos fundamentales de estos parajes. Decenas de rutas pasan o parten desde La Fontañera. Dirección España, o destino Portugal, cualquier recodo en el camino puede ser una aventura inolvidable para niños y adultos. Donde menos te lo esperas aparece un regato, un dolmen milenario, un perro bizco echado en medio de la carretera, o cientos de gatos que en las épocas de celo no dejaran de buscar insistentemente a su amante bandido. Y en los días suertudos, decenas de buitres descienden planeando desde lo alto del lancho Abruñeiro en busca de comida originada por los rebaños de vacas o cabras que pastan melancólicas en los alrededores. La vida y la muerte, el ying y el yang, la luz y las sombras. Como un círculo eterno con un punto central enclavado en este encantador reducto de paz y tranquilidad.

En La Fontañera el tiempo no existe.

Esta entrada ha sido publicada el agosto 4, 2020.Ha sido archivada debajo:LaFontañera. Ha sido etiquetada:.